AlegorĆ­a: Figura retĆ³rica que consiste en personalizar un ente imaginario y darle carĆ”cter como si se tratara de un personaje mĆ”s. Es lo que sucede cuando leemos “La Justicia dijo tal cosa… El Amor dijo tal otra…” y en cine, de forma mĆ”s o menos velada, pero tambiĆ©n se hace. AsĆ­ en Psicosis, la ducha es un personaje mĆ”s. En Al final de la escalera, toda la casa es un personaje, igual que en El resplandor lo es todo el hotel. El escenario trasciende su propia esencia y deja de ser el fondo en el cual se encuadra la historia, para pasar a ser parte de la propia historia, de modo que si lo cambiamos o suprimimos, la narraciĆ³n no funcionarĆ­a ya. Al final de la escalera no resultarĆ­a en una casa de huĆ©spedes, ni El resplandor en un pisito de renta limitada. En la cinta que hoy nos ocupa, Onibaba, sucede eso tambiĆ©n con el escenario que en este caso, es un maizal.

En medio de una guerra civil, dos mujeres (suegra y nuera) comparten una cabaƱa en un maizal en el que viven ocultas rapiƱando lo que pueden. Con una destreza muy refrescante en un cine de ideas tan machistas como es el japonĆ©s, las mujeres esperan pacientemente la llegada de guerreros heridos a su maizal para rematarlos, quitarles espadas, armaduras y cuanto de valor lleven, y arrojar sus cuerpos a un profundo pozo, de ahĆ­ el tĆ­tulo de la cinta, Onibaba, agujero. DespuĆ©s, venden los objetos en el mercado negro para comprar mijo, carne y lo que van precisando. Mientras la anciana parece conformarse con ese tipo de vida mientras la guerra acaba y llegan tiempos mejores, su nuera, mucho mĆ”s joven, sĆ³lo aguanta hasta que aparece Hachi, vecino de cabaƱa, que habĆ­a ido a la guerra con el marido de la mujer y vuelve solo. La presencia de Hachi provoca una gran tensiĆ³n en un triĆ”ngulo poco usual: La joven viuda que lleva mucho tiempo sin un hombre, desea a Ć©ste tanto como Ć©l a ella, pero la anciana suegra lo ve como una traiciĆ³n a su fallecido hijo, y teme morirse de hambre si ella la abandona para ir a vivir con Hachi, pues la necesita para cazar y rapiƱar. En su egoĆ­smo, ignora todas las opciones que le propone Hachi e intenta manipular a su nuera con el miedo al infierno y al castigo eterno si se ve con el hombre.

Como decĆ­a al comienzo, el cuarto protagonista no serĆ­a la mĆ”scara de demonio que podemos ver en la carĆ”tula y en infinidad de fotos y dibujos de la pelĆ­cula, sino el propio maizal. Sus altas caƱas ocultan la muerte en forma de pozo, pero tambiĆ©n en forma de las dos mujeres, que cazan a todo animal que ose introducirse en Ć©l, para saciar su hambre y rematar a seres humanos para robarles. El maizal es un escenario opresivo y claustrofĆ³bico, en el que sĆ³lo hay miedo y muerte. No da ningĆŗn tipo de alimento de por sĆ­, sino que se trata de un cepo viviente, como una venus carnĆ­vora. Suegra y nuera tambiĆ©n se ven atrapadas por Ć©l, al igual que Hachi. Es a la vez su refugio y su cĆ”rcel. AllĆ­ estĆ”n a salvo de los horrores de la guerra, pero no de sus propios demonios y fantasmas. Cada plano del maizal no deja ver otra cosa mĆ”s que caƱas y caƱas altas, sin dejar apenas ver nada de cielo salvo algunos pedazos recortados en las ramas. Casi el Ćŗnico sitio donde se puede dejar vagar la vista, es junto al rĆ­o. AllĆ­ serĆ” donde Hachi se insinĆŗe a la joven por primera vez.

Otro gran sĆ­mbolo de terror en la cinta que nos ocupa es la mĆ”scara. Se trata de una careta realista de un demonio, que en la pelĆ­cula es llevada por un guerrero samurĆ”i que dice proteger con ella su hermoso rostro y a la vez asustar con ella a sus enemigos. Desde luego, no era la primera ni fue la Ćŗltima vez que una mĆ”scara adoptĆ³ personalidad propia en una historia inquietante y en el cine de terror, y de la que seguro que todos podemos recordar mĆ”s de una mĆ”scara muy significativa; Jason en Viernes 13, Fantasma en Scream, Mike Myers en Halloween, Cara de cuero en La matanza de Texas… todos ellos llevan una mĆ”scara que acaba resultando temible por sĆ­ sola y todas ellas tienen el mismo fin: deshumanizar. Privar de empatĆ­a a aquĆ©l que la lleva, porque nos hace difĆ­cil verle como a un ser humano, dado que no vemos nada en Ć©l con lo que identificarnos. No ver los ojos de nuestro atacante es algo espantoso, porque no podemos leer en Ć©l ninguna emociĆ³n, y asumimos que carece de ellas.

No obstante, aunque la funciĆ³n primordial de la mĆ”scara sea hacernos saber que nuestro asesino es inhumano, no es esa la Ćŗnica funciĆ³n, en especial si hablamos de cine de terror. La otra es tambiĆ©n la de asumir para el asesino un castigo. El asesino que lleva mĆ”scara, acaba convirtiĆ©ndose en ella, y al igual que sus vĆ­ctimas no pueden esperar de Ć©l piedad o compasiĆ³n, Ć©l tampoco puede hacerlo. Si alguno de vosotros gustaba de las historias de miedo ya en su infancia, seguro que ha leĆ­do alguno (o todos) los libros de la serie Pesadillas, de R. L. Stine, y quizĆ” recuerde uno donde podemos ver este ejemplo con tanta claridad que deberĆ­a estar en los libros de texto. Esperemos que nunca lo pongan: le quitarĆ­a toda la gracia. Estoy hablando de La mĆ”scara maldita. Se acerca la fiesta de Halloween y una niƱa, creyĆ©ndose ya mayor, quiere encontrar un disfraz que dĆ© verdadero miedo, que asuste en serio a sus amigos, en lugar de ser siempre ella la que se asuste. Da con una mĆ”scara horrorosa que el dueƱo de la tienda no estĆ” muy conforme en vender, pero ella se la lleva. Al principio lo pasa muy bien, es muy divertido, pero la cosa se pone seria cuando la mĆ”scara parece habĆ©rsele quedado pegada a la piel y no encuentra la manera de quitĆ”rsela.

La “moraleja” no puede estar mĆ”s clara: si tanto te gusta dar miedo, si estĆ”s dispuesta a TODO por dar miedo, vamos a hacer que lo des, pero para siempre. Vas a dejar de ser tĆŗ, y vas a ser la mĆ”scara que llevas puesta. En la divertida pelĆ­cula La mĆ”scara, de Jim Carrey, desde un prisma por completo diferente, pero sucede algo similar: Stanley no se siente a gusto siendo como es, y gracias a la mĆ”scara de Loki puede molar todo lo que quiera y hacer lo que guste, pero tambiĆ©n se mete en lĆ­os que deberĆ” pagar Ć©l y aprenderĆ” que esa “molonidad” no es la respuesta a todo, ni tampoco es lo mĆ”s deseable y termina por valorarse siendo Ć©l mismo. En Onibaba el esquema es idĆ©ntico, pero la resoluciĆ³n serĆ” muy diferente.

Onibaba es un cuento inquietante. Una pelĆ­cula que logrĆ³ abrirse paso en la escena europea sobre todo gracias a la intensidad de sus actuaciones y muy especialmente a una carga erĆ³tica que en Europa no serĆ­a comĆŗn hasta casi diez aƱos mĆ”s tarde. Una historia corta y agridulce que merece la pena ser descubierta para acercarnos al modo de narraciĆ³n nipĆ³n y a una historia atrayente en tanto morbosa, dura y a la vez poĆ©tica.

“Yo no creo nada. Y lo creo todo. Yo no sospecho de nadie. Y sospecho de todos. ReĆŗno los hechos, examino las pistas, y en decir “JesĆŗs”, el caso estĆ” resuelto”. Si no coges esta frase, tienes que ver mĆ”s cine.